La edad de oro de los secuestros aéreos: "Lleve este avión a La Habana"

Hace medio siglo, el arte de raptar un avión era tan sencillo como subir a bordo, decir que se estaba armado y exigir al piloto…

Hace 50 años, en el apogeo de la «edad de oro de los secuestros aéreos», hubo quien propuso que los pasajeros de los aviones llevaran guantes de boxeo para que nadie pudiese sacar un arma. También existió una propuesta para construir en Florida un aeropuerto que fuese una réplica exacta del de La Habana, de modo que los aviones secuestrados aterrizaran en él y los captores pensaran equivocadamente que ya estaban a salvo. E incluso se diseñaron trampas en el suelo de los aviones que, al accionarse, se abriesen y encerraran a los terroristas en la bodega.

Son ideas casi cómicas que muestran la frecuencia con la que los aviones de pasajeros eran asaltados hace medio siglo. En 1969, 86 vuelos fueron secuestrados. En 1970, cayeron 70 más. Para tener una medida: durante la última década sólo se registraron ocho secuestros, ninguno de los cuales terminó con éxito. Según las crónicas, los pasajeros de 1970 solían reaccionar con resignación en estos casos, como el que recibe la noticia de que su vuelo se va a retrasar una hora. También el protocolo de las tripulaciones estaba basado en la aceptación: a los asaltantes había que decirles que sí a todo y evitar los dramas.

¿Qué ocurrió en los aires hace 50 años? La primera explicación es de tipo geopolítico pero es simple y se resume en tres palabras: Vietnam, Cuba, Nixon. Desde que el político republicano había llegado a la Casa Blanca, la vida de muchos activistas antisistema estadounidense se había complicado: clandestinidad, acoso, cárcel… Decenas de panteras negras, yippies y miembros de Weather Underground necesitaban desesperamente salir de su país. Respecto a Cuba, la isla era una especie de zona gris, más o menos ajena a la legalidad internacional y refugio de todos los disidentes del mundo. Los aviones secuestrados eran recibidos sin pedir explicaciones. Además, su aeropuerto emitía facturas de 7.500 dólares por los costes de aterrizaje, despegue y mediación en cada caso de secuestro.

¿Y Vietnam? La influencia de la guerra durante la edad de oro de los secuestros aéreos es más emocional: a medida que los antiguos combatientes regresaban a EEUU, sus ciudades se llenaron de hombres hiperpolitizados, acostumbrados a las drogas, aturdidos en sus trastornos de estrés postraumático y adiestrados en las armas.

El libro The skies belong to us, de Brendan I. Koerner (editado en inglés por Crown Publishing) conecta los tres factores en un relato casi perfecto que va del melodrama amoroso a la investigación histórica. En realidad, la parte del melodrama es la más divertida. Sus protagonistas son Willie Roger Holder y Catherine Marie Kerkow, unos émulos de Bonnie y Clyde de los 70 que secuestraron el vuelo 701 de Western Airlines, Seattle-Los Ángeles y lo llevaron no hasta Cuba sino a Argel, el equivalente de La Habana a este lado del Atlántico.

Holder era un hombre negro de 23 años, antiguo tanquista en Vietnam, inteligente, guapo, sonado por la guerra, bipolar y encaminado hacia la esquizofrenia. Kerkow era blanca, tenía 20 años y un trabajo tedioso en un call center, también era guapa y su principal interés era la marihuana. La pareja compartía un vago sentido político de su relacióm, pero, en realidad, eran más dos colgados, anhelantes de sensaciones fuertes. Koerner metió a bordo un maletín negro en el que llevaba dos libros sobre el zodiaco, útiles de afeitado y una bobina de alambre cuyo extremo salía y se anudaba a su mano izquierda. Dijo que era una bomba; Kerkow lo respaldó y a nadie se le ocurrió ponerlos a prueba.

También dijeron que eran panteras negras (no era cierto) y que exigían la liberación de Angela Davis y un botín de 500.000 dólares para dejar que la tripulación abandonara el avión.Lo de Angela Davis resultó imposible, pero el medio millón apareció y Holder y Kerkow decidieron entonces llevar el avión hasta Argel, la ciudad en la que se habían refugido Eldridge Cleaver y su escisión de las Panteras Negras. Era el secuestro más largo del mundo.

Hay otro libro, Algiers, third world capital, de Elaine Mokhtefi, que narra el aterrizaje del vuelo desde la óptica contraria. Los panteras, explica Mokhtefi, habían llegado al norte de África como estrellas del rock y hasta habían logrado estatus diplomático. Pero tenían un problema: el dinero. Cuando supieron que unos compañeros volaban hacia ellos con medio millón en una cartera se pusieron sus mejores galas y fueron al aeropuerto. Cuando el avión aterrizó, descubrieron que los raptores no eran dos camaradas sino un chaval bastante inconsciente y su novia blanca y fumada. No está claro que pasó con el dinero.

El caso de Holder y Kerkow es significativo. A medida que pasaban los años 70, el juego de los secuestros aéreos estaba dejando de ser una actividad política y se estaba convirtiendo en un asunto para psiquiatras. Poco a poco, los secuestros dejaron de ser el asunto de movimientos como el Frente Popular para la Liberación de Palestina o los Panteras Negras, para ser obra de lobos solitarios como D.B. Cooper (su verdadero nombre es incierto). Cooper, en 1971 secuestró un vuelo de Northwest Orient Airlines, consiguió 200.000 dólares y saltó en paracaídas desde la parte de atrás del Boeing 727 que había capturado. Nunca se supo qué fue de él.

Aún más grave fue el caso de los tres secuestradores que en 1973 anunciaron que pensaban estrellar su avión contra una planta nuclear. Los raptores eran tres criminales comunes que huían de la justicia. Tuvieron a sus víctimas volando 30 horas por Estados Unidos y Canadá y terminaron en La Habana. La policía de Castro los detuvo y los metió ocho años en la cárcel.

Aquel caso significó e final de la edad de oro de los secuestros aéreos. Según se cuenta en The skies belong to us, parte del caos de los primeros años 70 tenía que ver con la actitud de las líneas aéreas, que se negaban a implantar medidas de seguridad contra los secuestros. Preferían asumir los costes de los secuestros antes que invertir en detectores de metales y ficheros informáticos de sospechosos. Además, no querían que se enturbiara la suntuosa imagen del tráfico aéreo: aquellos pasajes en los que el licor se servía sin miramientos y las azafatas parecían modelos.

Hubo más cambios. Cuba empezó a corregir su política de puertas abiertas con los disidentes. Sobre todo, cuando se dio cuenta de que muchos de los secuestradores eran simples delincuentes. En Argelia, el viaje hacia el autoritarismo del Frente de Liberación Nacional hizo que Argel dejase de ser otro refugio de libertad anhelado. Las policías de Europa y América empezaron a desarrollar métodos con los que neutralizar a los secuestradores. Y hasta el Gobierno de Nixon y la Guerra de Vietnam terminaron en los años siguientes. Entre 1968 y 1971, sólo 21 personas murieron en 246 secuestros. En 1977, 38 secuestros dejaron 114 muertos. El juego ya no era una aventura inocua.

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