'Las guerras de nuestros antepasados': un diálogo entre la ternura y la violencia

Diego Doncel

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Crítica de teatro

‘Las guerras de nuestros antepasados’

  • Texto Miguel Delibes
  • Adaptación Eduardo Galán
  • Dirección Claudio Tolcachir
  • Escenografía Monica Boromello
  • Iluminación Juan Gómez Cornejo
  • Vestuario Yaiza Pinillos
  • Espacio sonoro Manu Solís
  • Intérpretes Carmelo Gómez y Miguel Hermoso
  • Lugar Teatro Bellas Artes, Madrid

Otro éxito, ‘Las guerras de nuestros antepasados’ va ser otro éxito, el mismo que tuvieron ‘Cinco horas con Mario’ y ‘Señora de rojo sobre fondo gris’, donde Lola Herrera y José Sacristán levantaron el aplauso entusiasta del público y de la crítica. Ahora, en esta nueva versión teatral de una novela de Miguel Delibes, Carmelo Gómez roza la excelencia y hace una interpretación a la altura de su talento. En esta parábola de una España cainita, la actuación de Carmelo Gómez es profunda y conmovedora y, sobre todo, verdadera en su lenguaje gestual y sentimental.

En ‘Las guerras de nuestros antepasados’ Miguel Delibes habla de esa violencia secular que recorre el espíritu de España, de la violencia y del machismo como ese determinismo colectivo que atraviesa nuestra historia desde las guerras carlistas, la guerra de África y la guerra civil. Gran creador de atmósferas, sobre todo de atmósferas mentales, hace del pobre Pacífico Pérez una víctima incapaz de acordar su corazón a un mundo en el que rigen leyes lejanas y opuestas a su sensibilidad. Pacífico es el hombre condenado vitalmente por su diferencia, es al que hacen el bobo del pueblo porque es incapaz de estar a la altura de una normalidad siniestra hecha de guerras y con olor a sangre. El diálogo que lleva a cabo con su psiquiatra (un también espléndido Miguel Hermoso) en la cárcel donde cumple condena, delante de un magnetófono, va a ser una parábola de nuestra leyenda negra y, a la vez, el retrato biográfico de una víctima y de un inocente. El pobre Pacífico, capaz de andar desnudo en un campo lleno de panales de abejas, de sentir el sufrimiento de un árbol recién podado o escuchar el lenguaje de las aguas de un río, terminará empuñando un navaja y…

Para construir ese retrato asistimos a todo un juego de perspectivas dramáticamente muy interesantes: la del doctor Burgueño y la del propio Pacífico, es decir, la del hombre que intenta una salvación y una justicia, y la del hombre que no cree en ninguna salvación ni con derecho a ninguna justicia y que camina inexorablemente a su punto final.

En ese diálogo hay humor y amor, hay mucha pérdida y mucho fracaso vital, pero sobre todo una reflexión sobre los límites de nuestra libertad, sobre si la libertad humana está condicionada una educación y un ambiente social que, como diría Goya, engendra monstruos. Miguel Delibes y Claudio Tolcachir plantean así preguntas peligrosas sobre la familia, sobre la responsabilidad, pero levantan sobre todo un canto a la inocencia y una crítica feroz a sus traiciones.

En el escenario veremos todo esto, en una obra presidida fundamentalmente por ese valor tan en desuso llamado ternura. Una obra cuidada en sus más mínimos detalles, que van desde el habla popular de la Castilla de Valladolid hasta el simbolismo de su escenografía -creada por Monica Boromello-, con esos bloques de hormigón que van convirtiendo ese patio de una prisión en la geometría de un infierno y de una muerte que se cierran. ‘Las guerras de nuestros antepasados’ es, sin duda, una obra excelente, un auténtico festín teatral, sabio y emocionante porque indaga en qué hay detrás de las máscaras que ocultan los diversos nombres de las violencias y las tensiones de la vida.

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https://www.abc.es/cultura/teatros/guerras-antepasados-dialogo-ternura-violencia-20230203001813-nt.html

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